En la antigüedad, la iglesia católica no se limitaba solamente a representar las creencias de muchas personas en cuanto a sus costumbres, tradiciones e incluso valores; era un organismo que podía decidir no solamente lo antes mencionado, sino dictar las leyes y reglamentos que regían la convivencia de un gran número de personas. A lo largo de aproximadamente 200 años, el Malleus Maleficarum o mejor conocido como «El martillo de los brujos», fue difundido y utilizado por la inquisición en toda Europa y gracias a los métodos plasmados en el mismo, miles de personas fueron ejecutadas de diversas maneras, simplemente para mantener la hegemonía de la iglesia católica. El pequeño libro que tiene en ahora sus manos no es el manual completo que fue usado para reconocer, juzgar y ejecutar «brujas» y a cualquier hereje que no practicase la religión imperante en aquellos tiempos, pero procura mantener la esencia de aquel manual. Adéntrese a conocer uno de los libros que más sangre ha derramado en la historia de manera directa por sus palabras e instrucciones.
Guignebert inicia su investigación con un estudio de la figura de Jesús y su lugar dentro de la vida religiosa de su comunidad. Después analiza la obra de los apóstoles y el suelo espiritual en el que sus enseñanzas habrían de producir los primeros frutos, para llegar a san Pablo, quizá el hombre de mayor importancia para la consolidación de la religión cristiana.
De las venus paleolíticas a las vírgenes negras orígenes, simbolismo y continuidad de los cultos femeninos desde la antigüedad europea La idea central de este libro, trata de la continuidad. Hablamos del hilo que une a todos los seres desde el principio de la historia. Si bien los romanos pueden parecernos muy distintos de los hindúes, de los escitas o de las personas que pintaron Altamira, lo cierto es que sus intereses, sus inquietudes y sus percepciones de lo trascendente no eran tan diferentes. Hay una esencia que se reviste de formas culturales o religiosas aparen-temente distintas a lo largo del tiempo y el espacio, pero hay algo en todo eso que continúa, que sigue vivo y latiendo. Ese «algo» tomó, a lo largo del tiempo, distintos nombres y apariencias en los cultos femeninos desde la más remota antigüedad hasta nuestros días. Con independencia de si las llamamos Saraswati, Cibeles, Kuba-ba, Hécate, Ártemis, Anaitis, Deméter, Ishtar o María, son consideradas diosas diferentes en diversas culturas; sin embargo, todas ellas, todas nuestras diosas, provienen de una misma madre, la Diosa.
UNA OBRA CAPITAL PARA ENTENDER CÓMO UN IMPERIO PAGANO SE CONVIRTIÓ EN UNO CRISTIANO Entre los siglos IV y V d. C. el Imperio romano, en franca decadencia, experimentó una serie de cambios profundos. Y quizá el más importante de todos ellos fue la creciente influencia de la fe cristiana en las esferas de poder. Tradicionalmente los filósofos habían sido quienes a asesoraban a los gobernantes de Roma, pero poco a poco los obispos y otros creyentes cristianos fueron quienes ofrecieron un nuevo marco de pensamiento antiguo en el que los vínculos entre ciudadanos fueron sustituidos por una religión común que establecía una lealtad a un autócrata distante. Peter Brown, la mayor autoridad en la civilización mediterránea de la Antigüedad tardía, analiza en esta obra cómo la enseñanza cristiana proporcionó un modelo para un imperio más jerárquico: los antiguos ideales de democracia dieron paso a la imagen de un gobernante glorioso que mostraba misericordia a sus súbditos. El resultado es uno de los ensayos más brillantes sobre esta época tan turbulenta como fascinante.
Si bien es cierto que la mayor parte de los textos que forman la Biblia contienen sólo referencias indirectas a la riqueza mitológica perdida, el Génesis incluye todavía relatos de dioses y diosas antiguos revestidos de la apariencia de hombres, mujeres, ángeles, monstruos o demonios. Escrito por Robert Graves en colaboración con Raphael Patai -destacado antropólogo, folclorista y especialista en temas bíblicos- y complementario del magno trabajo dedicado por Graves al otro gran ámbito mitológico occidental integrado por "Los mitos griegos", cuya estructura conserva, "Los mitos hebreos" analiza los relatos de la Creación, la caída de Lucifer, el nacimiento de Adán y Eva, la caída, el Diluvio o la Torre de Babel, que adquieren pleno sentido a la luz de la comparación con las diversas tradiciones de Grecia, Mesopotamia, Egipto o Persia.